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    Sábado, 28 de Septiembre, 2019 de Nuestro Salvador Jesucristo, Guayaquil, Ecuador-Iberoamérica

    (Cartas del cielo son escritas por Iván Valarezo)


    Su CORAZÓN SANTÍSIMO es el CORAZÓN de la TIERRA, llorando RIQUEZAS ahora para TI y tus AMADOS:

    Realmente: Nuestro Padre celestial estaba por todo el reino angelical, buscando
    por un hombre que esté dispuesto a caminar con Él por toda la tierra, porque Él necesitaba establecer su vida eterna sobre ella, y para esto Él necesitaba
    conquistar el
    corazón de la tierra, y así, Él tener su misma sangre, clamando hacia Él, asegurándole: cuanto Él es amado por sus hijos. Puesto que, nuestro Padre celestial necesitaba la sangre de su Hijo Jesucristo junto con su Espíritu Santo, clamando desde el
    corazón de la tierra, diciéndole: cuanto Él es amado por cada uno de sus hijos, y así, Él glorifique y honre su santo nombre fuego sobre el altar de su amor eterno hacia ellos, entregándoles así Él mismo mayores riquezas insondables.

    Ciertamente, nuestro Padre celestial después de buscar entre las familias de las naciones, a alguien digno de estar con Él, creyendo en sus palabras de vida nacidas naturalmente de su corazón santísimo, que Él necesitaba establecer en el corazón de
    la tierra, y desde ahí: Él recibir la sangre expiatoria de su Hijo Jesucristo: Alabándole, amándole y exaltándole a Él, entonces, encontró a Abraham. Visto que, este es Abraham, dispuesto no solamente a oír sus palabras
    de vida nacidas
    naturalmente de su corazón santísimo, herido por ver a sus hijos de las familias de las naciones, que descendieron muertas en sus pecados a sus lugares
    del infierno tormentoso, y que Él necesitaba salpicar la sangre expiatoria de su Hijo Jesucristo,
    entregándoles así a ellos nuevamente su misma vida.


    Por eso, es que nuestro Padre celestial necesitaba sentarse a la Mesa santa con
    Abraham y con sus hijos, comprados con dinero de extranjeros, para entregarles a ellos un hogar de amor de familia, amándolos por siempre, que ellos necesitaban para crecer
    en el temor del SEÑOR del reino angelical, preocupado Él mismo siempre por el
    futuro de cada uno de ellos. Además, nuestro Padre celestial tenia que sentarse a la Mesa santa con Abraham, y así, Él participar del pan y vino, que su Hijo Jesucristo
    puede servirles a los ángeles del reino de los cielos, manteniéndoles así santos y perfectos para amar, servir y alabar su santo nombre fuego sobre su altar del monte santo de Jerusalén, en Canaán.


    Por ende, este pan y vino que nuestro Padre celestial junto con su Hijo Jesucristo y su Espíritu Santo han servido a los ángeles de la gloria celestial, para que ellos vivan una vida perfecta y santa, sirviendo a su santo
    nombre fuego sobre su altar
    del monte santo de Jerusalén, entonces, Él tenia que dárselo a Abraham y a sus amados igualmente. Considerando que, al nuestro Padre celestial participar del pan y vino con Abraham y sus hijos adoptados, entonces, Él estaba entrando
    en un convenio de
    vida, cambiando no solamente sus corazones, como individuos por toda la tierra,
    pero igual, finalmente cambio el corazón de la tierra, al su Hijo Jesucristo derramar su vida eterna hacia su corazón santísimo victoriosa sobre el pecado
    perpetuamente.


    Visto que, nuestro Padre celestial entendió, que: si Él realmente puede cambiar el corazón del hombre, que está dispuesto a oír y obedecer sus palabras de vida nacidas naturalmente de su corazón santísimo, agraviado, porque sus hijos descendieron
    todos al infierno tormentoso con todos sus pecados, entonces, Él puede cambiar
    el corazón de la tierra igualmente, estableciendo él suyo sobre él perpetuamente. Considerando que, si nuestro Padre celestial puede establecer su
    corazón santísimo en
    el corazón de la tierra, entonces, una nueva tierra nacerá, en donde el pecado jamás existió, además llena de la sangre expiatoria de su Hijo Jesucristo, derramada desde del monte Sion, en Canaán, y así, su sangre fluya
    con su vida eterna
    victoriosa sobre Satanás y la muerte por su amor infalible.


    Dado que, nuestro Padre celestial necesitaba su nueva tierra nacida desde su corazón santísimo, establecido como el nuevo corazón de la tierra con la roca de salvación llena de su amor infalible, alegrías y gozos, además de otras bendiciones, que
    sus hijos recibirán, al renacer del bautismo en agua, invocando la perfecta santidad de su nombre, regresando así a vivir nuevamente pronto, eternamente amados. Así es: como nuestro Padre celestial no solamente conquistara a Israel, cuando sus hijos
    naciendo por muchas generaciones con su vida eterna, como con el Juramento a Isaac, conquistaran eventualmente su altar en Canaán, pero igualmente, el corazón de la tierra finalmente, y así, todos sus hijos de las familias de las naciones regresen a
    vivir nuevamente en el día de resurrección.


    Más aún, nuestro Padre celestial necesita a sus hijos de las familias de las naciones yaciendo en el infierno tormentoso, regresando a casa, pero renacidos de su corazón santísimo, establecido en el corazón de la tierra ya, lleno de
    la sangre
    expiatoria de su Hijo Jesucristo, derramada desde el monte santo de Jerusalén,
    en Canaán, destruyendo a Satanás y la muerte eternamente. Por eso, después de Abraham participar del pan y vino con nuestro Padre celestial, servido por su Hijo Jesucristo,
    como el rey de Salem, Melquisedec, y su Justicia en la tierra y en el cielo, entonces, Él pudo tener a su Hijo único naciendo como Isaac del vientre estéril de Sarah, por el Espíritu Santo—porque el corazón de Abraham cambio para siempre.


    Además, nuestro Padre celestial necesitaba vivir con Abraham y sus amados en su hogar familiar, porque con su Hijo Jesucristo viviendo con ellos, como Isaac, entonces, Él podía vivir con ellos con su amor infalible junto con bendiciones de la roca de
    salvación, y así, Él final tenerlos a ellos ofreciendo a su único hijo Isaac, como ofrenda encendida sobre su altar celestial. Considerando que, nuestro Padre celestial necesitaba que la tierra le ofreciese a Él en el cielo
    a su Hijo Jesucristo
    nacido como Isaac, como ofrenda encendida por su amor asombroso, que ellos habían vivido con Él, su Hijo Jesucristo y su Espíritu Santo, y así, finalmente Él aceptarlos como su familia integrada a su familia divina de la gloria angelical, para
    siempre.


    Además, nuestro Padre celestial tenia que aprender a vivir con Abraham y con sus hijos viviendo en generaciones venideras con su vida eterna no solamente sobre la tierra, pero igualmente, en su nueva tierra, en donde Él conquistara nuevas glorias de
    riquezas insondables, que finalmente Él derramara de su corazón sobre Isaac, Canaán y la tierra entera y hasta que su reino venga. Ya que, son riquezas gloriosas: honrando el santo nombre fuego de nuestro Padre celestial sobre el monte santo de
    Jerusalén, en Canaán, vistiendo la casa de Israel con asombrosas glorias jamás vistas en la tierra, sin embargo, ellos tendrán que renacer del bautismo en agua, invocando la santidad perfecta de su nombre, y así, todos vistan la carne sagrada que
    recibe riquezas inmediatamente.


    Por cuanto, estas son riquezas jamás vistas por las huestes angelicales del cielo ni menos por la humanidad entera sobre la tierra, glorificando y honrando
    el santo nombre fuego de nuestro Padre celestial sobre el monte santo de Jerusalén, como jamás
    ha sido exaltado antes, conquistando así nuevas glorias, enriqueciendo nuestras vidas por generaciones futuras. Ciertamente, glorias enriquecedoras, que hubiesen sido imposibles conquistarlas con las huestes angelicales, porque para conquistarlas,
    entonces, ellos tienen que ser tan santos y perfectos, así como nuestro Padre celestial siempre lo es con su Hijo Jesucristo y con su Espíritu Santo: Por ende, nosotros nacimos de su imagen para ser su perfecta santidad, conquistando
    glorias, como
    nunca antes en la eternidad eventualmente.


    Realmente, fue importante para nuestro Padre celestial tener a Abraham no solamente viviendo con su Hijo Jesucristo, como Isaac, y con su Espíritu Santo
    en su hogar junto con su esposa Sarah y sus hijos adoptados por unos años, conociendo así su amor
    asombroso: pero igualmente, ofrecer a Isaac, como ofrenda encendida, para derramar toda su voluntad perfecta desde su corazón santísimo sobre él. Puesto que, nuestro Padre celestial llamó a Abraham a llevar a su único hijo Isaac al monte que Él
    mismo le mostraría de las montañas del Moriah, en donde él lo ofrecerá, como su unigénito, en ofrenda encendida, para su corazón santo y ansioso por derramar de su voluntad perfecta, estableciéndola así finalmente sobre la tierra, bendiciendo a
    todos sus hijos poderosamente, siempre.


    Legalmente, cuando Abraham tomó a su unigénito Isaac, ofreciéndolo para nuestro Padre celestial, que Él lo necesitaba sobre el monte Moriah, en donde Él esperaba por él y por su unigénito sobre el monte Sion, entonces, fue expresamente para
    derramar de la voluntad perfecta desde su corazón santísimo, estableciéndola
    así sobre Canaán perpetuamente, salvando a sus hijos del pecado y la muerte postreramente. A tiempo, nuestro Padre celestial derramó su corazón santísimo sobre Isaac
    yaciendo sobre el monte Sion, descansando sobre el Moriah, entonces, fue su perfecta voluntad de su nueva tierra naciendo naturalmente desde su corazón santísimo, en donde el pecado jamás existirá, y así, Él finalmente vivir su vida eterna con sus
    hijos eternamente bendecidos con riquezas asombrosas jamás vistas aun por las huestes angelicales.


    Evidentemente, fue sobre el monte Sion, descansando sobre el Moriah, en donde nuestro Padre celestial derramó su voluntad perfecta desde su corazón santísimo, naciendo su nueva tierra desde el corazón de la tierra, salpicada con sangre expiatoria de
    su Hijo Jesucristo y con su vida eterna victoriosa sobre Satanás y la muerte eternamente, y así, sus hijos vivan nuevamente en el Tercer Día finalmente. Este es el corazón santísimo: Derramando su juicio final en contra de cada pecado que cada
    hombre, mujer, niño y niña haya cometido en contra de Él, su Hijo Jesucristo
    y su Espíritu Santo de todas las naciones, y así, Él finalmente establecer su corazón santísimo en el corazón de la tierra sin pecado alguno, para que sus hijos
    renazcan de su salvación perfecta diariamente.


    Realmente, nuestro Padre celestial necesitaba a Isaac y a sus hijos, nacidos después de él, como Jacobo e Israel antiguo, llevando con ellos su voluntad perfecta por el bautismo del Mar Rojo, por el desierto del Sinaí, finalmente descendiendo al Valle
    de los huesos, en donde Él establecerá la perfecta voluntad de su corazón santísimo para con sus hijos, viviendo sus riquezas asombrosas siempre. Sin embargo, para que esto sea posible, entonces, toda la casa de Israel necesitaba
    nacer en el
    cautiverio egipcio con su Juramento a Isaac, en donde Él ya ha expiado, juzgado y borrado cada pecado del pasado, del presente y del futuro, que las familias de las naciones hayan cometido en contra de Él, su Hijo Jesucristo y su Espíritu Santo.


    Francamente, nuestro Padre celestial necesitaba tener su corazón santísimo, que se había derramado sobre Isaac yaciendo sobre el monte santo de Jerusalén, descansando en el Moriah, finalmente establecido en el corazón de la tierra, y así, sus hijos
    renazcan en un día, pero igualmente, su nueva tierra sin efectos del pecado, viviendo Él en su dulce hogar, eternamente honrado. Puesto que, nuestro Padre celestial necesitaba establecer la voluntad perfecta de su corazón santísimo en el corazón de
    la tierra, pero para que esto sea posible: Él tenia que haber tenido ya a todo
    Israel antiguo nacido en el cautiverio egipcio, capturando cada pecado del mundo entero, y así, Él finalmente destruir todo pecado en el bautismo del Mar Rojo, para siempre.


    Legalmente, nuestro Padre celestial necesitaba abandonar cada pecado de las naciones, cometidos en contra de Él, su Hijo Jesucristo y su Espíritu Santo, y así, Él tener a cada israelí vestido con la carne sagrada y con el Espíritu Santo, convirtié
    ndose así en la perfecta voluntad de su corazón santísimo por todo el desierto del Sinaí, finalmente descendiendo al corazón roto de la tierra. No obstante, nuestro Padre celestial necesitaba a toda la casa de Israel, llevando
    con ellos su taberná
    culo de reunión junto con su Lugar Santísimo, en donde Él podía tener a los
    israelitas sacrificando corderos sin número, derramando sus sangres expiatorias por cada pecado de las familias de las naciones, cometidas por ellos, antes de descender al
    Valle de los huesos secos.


    Considerando que, nuestro Padre celestial necesitaba expiar, juzgar y borrar cada pecado de las familias de las naciones, cometidos por ellos en el pasado, en el presente y en el futuro por toda la tierra, y así, finalmente Él mismo establecer la
    perfecta voluntad de su corazón santísimo debajo de Canaán con abundantes poderes cotidianos, bendiciéndote así siempre a ti con riquezas asombrosas. Históricamente, nuestro Padre celestial tuvo a Israel antiguo por el desierto del Sinaí, como la
    voluntad perfecta de su corazón santísimo no solamente expiando, juzgando y cubriendo pecados del pasado, del presente y del futuro, pero igualmente: Él lidió con tus pecados, sabiendo que los cometerías en tus días ante Él en la gloria celestial,
    y así, tú vivas cada día eternamente enriquecido


    Es decir, también que nuestro Padre celestial usó a toda la casa de Israel maravillosamente por todo el desierto del Sinaí con su tabernáculo de reunión junto con su Lugar Santísimo, sacrificando víctimas, salpicando así
    sangres expiatorias sobre
    cada pecado, así como lo hubiese hecho Él mismo con cada hombre, mujer, niño
    y niña yaciendo ya en el infierno tormentoso, eternamente perdidos. En otras palabras, nuestro Padre celestial utilizó a toda la casa de Israel, como sus sumos sacerdotes,
    llevando con ellos su tabernáculo junto con su Lugar Santísimo, expiando pecados, que Él ya había juzgado y borrado con su Juramento a Isaac, como si Él mismo lo hubiese hecho ya normalmente por el mismo infierno tormentoso, liberando así toda alma
    de muerte eterna, postreramente.



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