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    Sábado, 15 de Febrero, 2020 de Nuestro Salvador Jesucristo, Guayaquil, Ecuador-Iberoamérica


    (Cartas del cielo son escritas por Iván Valarezo)



    La CRUZ, eres Tú con tus AMADOS, como DULCE HOGAR del PADRE siempre:


    El tiempo llegó, cuando nuestro Padre celestial tenía que llamar a Moisés al
    monte Sinaí, porque él tenía que recibir de Él no solamente su santo nombre
    fuegos, como el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacobo, pero igualmente, él
    tenía que recibir el madero, que son sus hijos de Israel y de las naciones. Este es el árbol, que nuestro Padre celestial junto con su Hijo Jesucristo y con su Espíritu Santo habían traído a Abraham inicialmente, mientras sentado
    estaba afuera de su
    tienda y con su esposa Sarah dentro de ella, para que él reciba a sus hijos prometidos de Israel y de las naciones, porque: su santo nombre fuego seria clavado a ellos postreramente.


    Realmente, al monte Sinaí, nuestro Padre celestial llamó a Moisés para que lidere a toda la casa de Israel hacia el bautismo en agua del Mar Rojo, para ir
    por el desierto del Sinaí a conquistar Canaán, pero desde el corazón de la tierra primero,
    porque Él tenía que conquistarla toda ella antes de conquistar a todo Canaán, como su dulce hogar, perpetuamente. Preocupado, Moisés le dijo a nuestro Padre celestial: Usted me está enviando a los hijos de Israel para dejarles saber que Usted ha
    descendido a salvarlos a todos ellos del cautiverio egipcio que han sufrido por
    cuatrocientos años ya, y si ellos me dicen: nuestro Dios no te ha aparecido a ti, entonces, me tendrán todos ellos como engañador.


    Visto que, Israel no ha oído de Usted por cuatrocientos años, y de pronto yo les estoy diciendo que el Dios de nuestros ancestros se me ha aparecido, sobre el monte Sinaí, entonces, ellos fallaran en creerme, aunque yo les entregue su
    nombre, como el
    Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacobo— quizá—ellos no me crean a mí. Indiscutiblemente, han sido muchos años ya desde la última vez que Usted les hablo a nuestros antepasados—ellos probablemente se burlen de mí y Usted fallara
    en tenerlos viniendo hacia Usted, porque Usted ha dicho, que Usted ha descendido a salvarlos a todos ellos del cautiverio egipcio para llevarlos a una nueva tierra, en donde ellos lo conocerán a Usted al fin, para siempre.


    Ellos ciertamente fallaran en creer que yo lo he visto a Usted sobre el monte Sinaí, aunque Usted me ha entregado su santo nombre, que jamás se lo entrego a ninguno antes en la gloria angelical ni en la tierra entre las naciones—y de pronto yo se los
    estoy entregando a ellos—ellos pues me pueden rechazar y hasta desterrarme de
    sus tierras. Entonces, nuestro Padre celestial le dijo a Moisés: ¿Qué tienes
    en tu mano? Y Moisés le dijo un palo tengo en mis manos. Nuestro Padre celestial le dijo, tí
    ralo al suelo y se tornara en una serpiente ya lista para atacar y morder. Moisés, pues, soltó el madero, cayendo al suelo, así como nuestro Padre celestial se lo había dicho. De pronto, se tornó el madero en una serpiente, buscándolo a él para
    atacarlo y morderlo, así como el Padre se lo había advertido.


    Asustado, Moisés empezó a correr, alejándose de la serpiente, cuando se acercaba la serpiente con su lengua silbando lista para atacar y morderlo a él. Nuestro Padre celestial entonces le dijo a Moisés, acércate a ella, con cuidado, y agárrala de
    su cola—entonces, volverá a ser ella un palo en tus manos nuevamente, como antes, y así, tú la lleves a Israel para mostrarle a Faraón mis poderes. Con
    certeza, este es el árbol que nuestro Padre celestial le había traído a Abraham inicialmente,
    llamándolo a conducir tres carneros sacrificados sobre la roca de salvación con sus mitades opuestas una a otra junto con dos aves sin cortar, salpicados con sangres expiatorias, y así, Él mismo empiece a expiar, a juzgar y a perdonar pecados del
    mundo entero inmediatamente, y para siempre.


    Ya que, nuestro Padre celestial necesitaba tener a su Hijo Jesucristo naciendo como Isaac del vientre estéril de Sarah, por poderes del Espíritu Santo, y sin relación al pecado, y así, Él pueda derramar su voluntad perfecta con su
    naturaleza divina
    sobre sus hijos enteramente, para que ellos se tornen en su dulce hogar en la tierra, finalmente en Canaán, para la eternidad. Entendiendo también, que el árbol que estaba en las manos de Moisés, no era solamente los hijos de Israel, pero igualmente
    las familias de las naciones de la humanidad entera, que necesitaba recibir su santo nombre fuegos con clavos de bronce sobre el monte santo de Jerusalén, en
    Canaán, salvándolos del pecado, maldiciones, muerte y del infierno tormentoso
    en un solo día.


    Ciertamente: Este madero, que nuestro Padre celestial le había dicho a Moisés
    que lo tire al suelo, entonces, se tornó en una serpiente, porque esta era una
    de las serpientes que necesitaba morder a toda la casa de Israel después de haber conducido
    rituales y ceremonias del Juramento a Isaac, para que todos ellos desciendan finalmente al corazón de la tierra. Entonces, nuestro Padre celestial le dijo a Moisés, esconde tu mano en tu camisa, y haciéndolo así, entonces, su mano cubría con lepra:
    seguidamente se le dijo, que la sacara afuera nuevamente—y cuando lo hizo—inmediatamente, su mano estaba limpia de lepra—y así, él entienda, que Él estará siempre en control de todo lo que él iba hacer por Él en Israel.



    Aquí es cuando, nuestro Padre celestial le dijo a Moisés, que los hijos de Israel iban a creer a cada palabra, que Él le enviara a él, revelándosela a ellos, porque si ellos fallasen en creer en el madero convirtiéndose en culebra, cayendo en
    tierra, entonces, ellos creerán al ver su mano sanada de lepra al instante. Entonces, Moisés le dijo a nuestro Padre celestial, que: si él iba a los israelitas con su santo nombre fuegos, entregado a él junto con el madero para
    convertirse en una
    serpiente al caer a tierra, además, manifestarles su mano cubierta de lepra, para luego mostrársela nuevamente sana de lepra—y si ellos aun no creen—entonces ¿qué debo hacer yo después?


    Bien, nuestro Padre celestial le dijo, si los israelitas aun fallan en creer, que yo te he entregado mi santo nombre fuegos junto con la madera, que se puede
    convertir en culebra, emergiendo del infierno tormentoso y su cautividad eternal, además, ellos
    fallan en creer que tu mano cubierta de lepra, pero de pronto sana del mal—entonces ve al río Nilo. Del Nilo, tú toma agua de él para regarlo por
    doquiera ante los ojos de todos ellos, entonces el agua se tornará en sangre, que ellos no podrán
    negar que tú habrás realizado milagros poderosos ante ellos en mi nombre, entregado a ti para que Israel lo posea siempre, y así, sean ellos liberados de sus enemigos al fin, para siempre.


    Sangre expiatoria, que nuestro Padre celestial no solamente tuvo a Moisés salpicándola sobre los dinteles y postes de hogares israelitas, pero igualmente, por el desierto del Sinaí para que sean liberados del cautiverio egipcio, del pecado, de la
    muerte y del Valle de los huesos secos, finalmente derramándola nuevamente de su Hijo Jesucristo con salvación eterna desde el monte Sion, en Canaán. Esta es la sangre del Nilo, que nuestro Padre celestial necesitaba empezar a salpicarla sobre todo
    Egipto, y así, Él continuar derrotando a Satanás y a sus ángeles caídos que ya estaban listos con Faraón y con sus oficiales, planeando, como destruir
    a toda la casa de Israel, porque los cuatrocientos años de cautiverio estaban por concluir
    finalmente.


    Aquí es cuando, nuestro Padre celestial pudo realizar aún mayores milagros ante los ojos de Faraón y de su gente, pero igualmente, ante Moisés y toda la
    casa de Israel, porque ellos necesitaban conocer, que ellos habían recibido un
    nombre muy
    poderoso, que cambiara el mundo entero eventualmente, empezando desde el Mar Rojo, mirando hacia Canaán al fin, para siempre. Además, nuestro Padre celestial necesitaba a toda la casa de Israel, invocando la perfecta santidad de su santo nombre fuegos,
    al entrar en el Mar Rojo, porque esta era la cantidad de sangre expiatoria de corderos, que los sacerdotes levitas iban a derramar a la entrada del tabernáculo de reunión: expiando, juzgando y cubriendo cada pecado de alrededor del mundo entero, para
    siempre.


    Realmente, nuestro Padre celestial estaba dispuesto a llevar a toda la casa de Israel por el desierto del Sinaí no solamente para entrar a Canaán, pero primeramente con cada hombre, mujer, niño y niña descendiendo al Valle de los
    huesos secos, como
    ciudadanos de Canaán, recogiendo las naciones para que sean una sola semilla, plantada por la diestra del Padre celestial hacia la eternidad. Seguidamente, después que Israel había abandonado el bautismo del Mar Rojo, abandonando finalmente pecados de
    la humanidad entera junto con la carne pecadora y el espíritu de error por la carne sagrada y el Espíritu Santo, entonces, Él trabajo con todos ellos, como
    ciudadanos legítimos de Canaán, y así, Él mismo expiar, juzgar y perdonar todo pecado del
    mundo entero con perfecta salvación eterna.


    Visto que, nuestro Padre celestial solamente puede trabajar con cada uno de sus
    hijos de la casa de Israel y de las familias de las naciones, cuando están bautizados en agua, invocando la santidad perfecta de su nombre, como el Dios de Abraham, el Dios
    de Isaac y el Dios de Jacobo, emergiendo así del Jordán en Canaán, perpetuamente enriquecidos, para siempre. Realmente, nuestro Padre celestial necesitaba a cada hombre, mujer, niño y niña de Israel antiguo, probando aguas amargas de Mara, porque
    las naciones fallaron en usarlas en sus bautismos en agua, invocando la santidad perfecta de su nombre, que ángeles siempre se los llevaron a todas sus familias por toda la tierra, para que escapen de la muerte, del pecado y del infierno tormentoso.


    En las aguas amargas de Mara, la casa de Israel se quejó nuevamente en contra de Moisés, porque sedientos estaban, y ellos fallaban sin conocer qué hacer entonces, y necesitaban que Moisés les provea agua para beber inmediatamente o
    regresar a Egipto,
    salvándose así de morir, porque ellos no veían agua por aquellos días largos y calientes del desierto. Aquí es, cuando nuestro Padre celestial le dijo a Moisés, sígueme, para enseñarle a él, el mismo madero, que Él le había traído a Abraham,
    como los hijos prometidos de Israel, que él iba a heredar, empezando con Isaac, pero igualmente, las familias de las naciones de todas las generaciones de la tierra, y así, él endulce las aguas amargas con él.


    Además, Moisés aún tenía en sus manos el madero, que se había convertido en una serpiente, cuando cayó a tierra ante los egipcios y los israelitas, observándolo, pero igualmente, golpeó con él el río Nilo, tornando sus aguas en sangre, haciendo
    imposible para que los egipcios la beban—hasta que abrieron nuevos pozos, como nuevas fuentes de agua pura. Ciertamente, Moisés estaba realmente preocupado por la necesidad de obtener agua, que todo Israel antiguo sentía en
    aquel momento, que él
    empezó a pensar, hasta por donde nuestro Padre celestial lo estaba llevando a él junto con los israelitas por el desierto del Sinaí, porque él sabía, que
    él iba hacia a Canaán, pero sin agua, era imposible llegar hasta allá.


    En verdad, Moisés consideraba sobre las palabras que él había pensado antes ante nuestro Padre celestial, como cuando le dijo: O Señor, envía a quien debes de enviar para liberar a tus hijos de la casa de Israel, para que ellos escapen de su larga
    cautividad egipcia, porque yo realmente no puedo hablar las palabras que tú quisieras, decírselas a ellos siempre. Indudablemente, una profecía que nuestro Padre celestial, por su Espíritu Santo, hizo que Moisés le hablase a Él así, porque él
    estaba ante Él, como el Dios Todopoderoso e Israel en cautiverio por pecados del mundo entero, y Él lo enviaba, como Moisés, un mero hombre, en lugar de su Hijo Jesucristo con palabras del Juramento a Isaac, sanándolos a todos con salvación duradera.


    Aquí es, cuando nuestro Padre celestial se enojó con Moisés, porque Él lo había llamado a él para que lleve su santo nombre fuegos junto con sus palabras, manifestándolas no solamente a Israel, pero igualmente a faraón y a
    sus oficiales, para que
    ellos sean liberados del cautiverio egipcio finalmente, porque Él necesitaba a
    sus hijos convertidos en ciudadanos legítimos de Canaán inmediatamente. Sin embargo, Moisés le había dicho a nuestro Padre celestial, que Él debía enviar al que Él ya
    había escogido, enviándolo inmediatamente entre sus hijos de Israel, para que
    él mismo los libere con su santo nombre fuegos, pero igualmente con sus palabras de vida del Juramento a Isaac, que necesitaban en todo ser cumplidas enteramente en Canaán,
    salvando a todos sus hijos postreramente.


    Aquí, Moisés le dijo a nuestro Padre celestial, lo que realmente Él necesitaba hacer con su Hijo Jesucristo en Israel, liberándolos por poderes del juramento a Isaac, derramado sobre él, como su Hijo amado ya en el madero,
    Isaac sobre el monte Sion
    inicialmente, descansando en el Moriah, para que él (Moisés) escape de la tremenda obra y responsabilidades, siguiéndole a él siempre. Esto sucedió, cuando nuestro Padre celestial tuvo a Moisés, pidiéndole, que enviase a su Hijo Jesucristo a
    liberar a sus hijos de la casa de Israel, pero igualmente a las familias de las
    naciones yaciendo ya en el infierno tormentoso, porque él (Jesucristo) era el único que realmente podía hablar de su santo nombre fuegos y de su palabra viva del Juramento
    a Isaac.



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